jueves, octubre 19, 2006

Deportes hasta en la sopa

Deportes hasta en la sopa

Equipo del Real Madrid en 2006

    A mí me apasiona el deporte. Tanto es así que, cuando juega mi equipo favorito (en este momento tengo debilidad por el Madrid de Capello), suelo quedar incapacitado para todo aquello que no sea estar pegado a la pantalla del televisor con la lengua fuera. Lo mismo podría decir de cuando compite Nadal o corre Fernando Alonso. Tampoco quiero olvidar a la última selección de baloncesto, sobre todo en la final con los griegos. Otro cantar es la selección española de fútbol: últimamente me tiene más que mosqueado. Para más abundar, ahora me he hecho asiduo de El Larguero, encandilado por la labia de José Ramón de la Morena. Me gustan, sobre todo, sus entrevistas a los ídolos del deporte. El periodista sabe buscar el lado humano del deportista, aunque suele pecar de adulador. No obstante, me encanta la frescura de sus expresiones y el entusiasmo y la entrega que pone en todo lo que hace.
    Harina de otro costal son los miembros ocasionales del llamado "Sanedrín" que adolecen tanto de excesiva marrullería como de falta de rigor. También son maximalistas: un día hunden a un equipo, al siguiente, lo glorifican. Bandean por los extremos. Exageran y frivolizan. Mienten como bellacos.
    Para mi desgracia, Santiago Segurola dejó de escribir sus crónicas deportivas en El País. Él sí me gustaba, no tanto por lo que decía, sino por lo bien que lo decía.
    En general, creo que los cronistas deportivos adolecen de varios defectos: la desmesura de sus apreciaciones (ensalzan o crucifican sin ton ni son), las gratuitas agresiones al idioma (a pesar de su palabrería, carecen -en general- de un vocabulario rico y variado, y suelen recurrir con demasiada frecuencia a extranjerismos innecesarios...) Lo positivo: la emoción que nos saben contagiar con su lenguaje épico.






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