sábado, octubre 28, 2006

Cambio de hora


Cambio de hora


ANKARA (TURQUÍA), JULIO 2007.

    Hoy, para mí, empieza el invierno. Mi particular invierno dura exactamente cinco meses, desde últimos de octubre a últimos de marzo, con la llegada de la primavera y el nuevo cambio de hora. A partir de hoy, los días se empequeñecen y las noches se alargan. La vida cotidiana toma otro rumbo más sosegado, más hogareño. Claro que lo del sosiego es relativo: dentro de unos días ya es Navidad, además de en El Corte Inglés, en todos los comercios, ávidos de presentarnos unas fechas entrañables vestidas de rosa y sazonadas de dulces y mentirosos cuentos, que nos interesa -hasta cierto punto- creer, pues todo debe funcionar: las ventas, el consumo, los regalos... La cantinela de los empalagosos villancicos, usados como engañoso reclamo, se nos volverá insoportable. Las grandes comilonas y los excesos gastronómicos estarán a la orden del día, y correrá el cava... Algo que, por repetido, no dejará de sorprendernos. Los buenos deseos inundarán la Tierra... pero no pararán las guerras ni cesará el odio. Al contrario, todo seguirá exactamente igual o, probablemente, algo peor. Al final, sólo habrá sido un dulce autoengaño.




jueves, octubre 19, 2006

Deportes hasta en la sopa

Deportes hasta en la sopa

Equipo del Real Madrid en 2006

    A mí me apasiona el deporte. Tanto es así que, cuando juega mi equipo favorito (en este momento tengo debilidad por el Madrid de Capello), suelo quedar incapacitado para todo aquello que no sea estar pegado a la pantalla del televisor con la lengua fuera. Lo mismo podría decir de cuando compite Nadal o corre Fernando Alonso. Tampoco quiero olvidar a la última selección de baloncesto, sobre todo en la final con los griegos. Otro cantar es la selección española de fútbol: últimamente me tiene más que mosqueado. Para más abundar, ahora me he hecho asiduo de El Larguero, encandilado por la labia de José Ramón de la Morena. Me gustan, sobre todo, sus entrevistas a los ídolos del deporte. El periodista sabe buscar el lado humano del deportista, aunque suele pecar de adulador. No obstante, me encanta la frescura de sus expresiones y el entusiasmo y la entrega que pone en todo lo que hace.
    Harina de otro costal son los miembros ocasionales del llamado "Sanedrín" que adolecen tanto de excesiva marrullería como de falta de rigor. También son maximalistas: un día hunden a un equipo, al siguiente, lo glorifican. Bandean por los extremos. Exageran y frivolizan. Mienten como bellacos.
    Para mi desgracia, Santiago Segurola dejó de escribir sus crónicas deportivas en El País. Él sí me gustaba, no tanto por lo que decía, sino por lo bien que lo decía.
    En general, creo que los cronistas deportivos adolecen de varios defectos: la desmesura de sus apreciaciones (ensalzan o crucifican sin ton ni son), las gratuitas agresiones al idioma (a pesar de su palabrería, carecen -en general- de un vocabulario rico y variado, y suelen recurrir con demasiada frecuencia a extranjerismos innecesarios...) Lo positivo: la emoción que nos saben contagiar con su lenguaje épico.






lunes, octubre 09, 2006

Otoño

Otoño

AMSTERDAM (HOLANDA). SEPTIEMBRE 2007

    El paso del verano al otoño suele ser traumático. Algunos venimos de disfrutar de unas largas vacaciones (sin duda merecidas) pero que nos han acostumbrado a una dolce farniente, una agradable ociosidad compuesta de baños, de agradables paseos, de charlas con los amigos, de algunas meriendas... y una gran despreocupación por la disciplina que supone el trabajo. Claro, en los primeros días del otoño, cuando regresamos al tajo, el desajuste es tremendo: el cuerpo se resiste a obedecer, se nos acelera, se nos rebela, quisiera seguir con el ritmo sosegado y despreocupado al que le habíamos acostumbrado... Volverlo a la buena senda nos cuesta dios y ayuda... Pero ¿hay otro remedio?