FIESTA DE LOS CANTONES (13/08/2023)
Hasta la fecha, nunca Maru y yo habíamos asistido a alguna de las fiestas populares organizadas durante el verano en Cubillas de los Oteros. Ni querido formar parte de asociación alguna. Pero esta vez Maru cambió de opinión, aunque sin manifestarlo de una forma expresa (lo que tú quieras, como tú veas…), yo interpreté su deseo de asistir a la paellada organizada por el concejal de festejos del Ayuntamiento.
El domingo, día 13 de agosto, hizo un día espléndido. Caluroso pero ideal para celebrar una fiesta al aire libre. Nos duchamos y nos pusimos guapos. Maru, un vestido de tonos azulados muy elegante y yo estrené un polo verde, gentileza de Miriam. Salí a la calle a preguntar por la hora de la comida y me enteré de que Ramiro, fraile hijo del pueblo, había celebrado una misa por María Jesús, Marga y Goyo. Me llevé un disgusto, pues tanto a Maru como a mí nos hubiera gustado asistir. Por lo visto, a Margarita se le olvidó decírnoslo.
Junto a Tasia, Sergio y otros nos dirigimos a La Barrera, lugar donde se iba a celebrar la paellada. Se habían dispuesto tres largas hileras de mesas con sillas bajo la benefactora sombra del arbolado. Nos acomodamos donde mejor nos pareció, al lado del clan de los Mendoza. A mi lado, Marina y en frente Cristina, acompañada por sus padres, Nuria y Jose. Fue una compañía muy agradable. A lo largo de las tres horas, entre la espera por la paella, la comida y la sobremesa, conversamos animadamente.
Aunque el espíritu y el propósito de estas fiestas estivales es fomentar la concordia, el conocimiento y la buena relación entre los habitantes del pueblo, la mayor parte veraneantes, o lo que es lo mismo, aves de paso, lo cierto es que los comensales se colocan por clanes familiares, resultando improbable la conversación con personas ajenas al clan.
En todo caso, la fiesta resultó muy provechosa y agradable. Hizo un día magnífico y lo pasamos estupendamente.
PISCINAS
Hoy, lunes, 21 de agosto, es la primera vez que llevo a mis nietos (Ari -8 años- y Dani -6)
en mi coche. Después de pensárselo mucho, su madre (mi hija) decidió adquirir
unos altillos para que los niños pudieran viajar a la altura exigida por las
normas de circulación. Le echamos imaginación para convertir el coche en
un avioncete. Yo represento el rol de
comandante de la nave y ellos el de pasajeros a quienes el comandante les da
las instrucciones oportunas para que el vuelo
se desarrolle con seguridad. Nuestro destino: piscinas municipales de Fresno de
la Vega. Duración del vuelo: 5
minutos.
Nos metimos en la piscina en medio del griterío y alborozo
de mis nietos. En seguida, me retan a tirarme desde el borde de la misma. Para
su sorpresa, acepto inmediatamente. Luego, Dani me propone una carrera por el
lado más largo de la piscina. Acepto. Me gana por mucho. También me gana Ari
con suficiencia. Siento una gran
satisfacción y orgullo por lo buenos nadadores que son. Después de 4 años
(desde 2019) sin bañarme, experimento un gozo primitivo ya olvidado pero
reconfortante (¡que no estamos tan viejos, hombre!).
No conocía la piscina de Fresno. Hasta 2019, siempre habíamos
ido a la de Valencia de don Juan, de la que somos socios. Luego, con la pandemia
del covid, dejamos de visitarla durante los años 20, 21 y 22, aunque sin darnos
de baja. Volvimos el miércoles, 23 de agosto. Aprecié las reformas realizadas:
nuevos aparcamientos con techumbre en la zona de la entrada, aunque
insuficientes para tantos vehículos; dentro del recinto, adoquinado de la ancha
calle que da acceso a las pistas de atletismo y a la piscina de olas y
toboganes que hacen las delicias de los enanos, duchas colectivas… Esta última
reforma supone la eliminación de las duchas individuales que yo tanto
apreciaba. La piscina para mí significa dos cosas: el baño y la ducha
posterior. No concibo el uno sin la otra. Pero, claro, la ducha ha de ser en
una cabina individual donde me pueda despojar del bañador y ducharme a mis
anchas. No me gustan las duchas colectivas.
La piscina de Fresno sí dispone de duchas individuales. Dos al menos. Así que los tres días que he llevado a mis nietos, que coincidió con una impía ola de calor, me he podido duchar a gusto después del baño. Aparte de las duchas, ofrece una extensa y cuidada alfombra de césped natural, salpimentado de arbolado para acomodarse a la sombra, una excelente piscina con dos calles acotadas para los bañistas que nos gusta nadar tranquilos, otra más pequeña con aparatos para goce y disfrute de los más pequeños… Dejo al posible lector o lectora que adivine, entre la de Valencia y la de Fresno, cuál de las dos piscinas prefiero. Digo yo, no mis nietos, que tienen también clara su preferencia.
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