Villanueva de Valdueza
Recientemente estuve visitando, en compañía de mi mujer, Villanueva de Valdueza. Fue un día hermoso de principios de verano cuando volví al pueblo en el que inicié mi vida profesional como maestro de escuela hace ahora 45 años. En primer lugar me sorprendió la transformación del pueblo, ahora asfaltado y saneado, que, en la actualidad, cuenta con varias casas rurales para explotar el llamado turismo rural.
Estuvimos en el Bar Senegal, localizado en un paraje hermoso junto al río Oza, en dirección al pueblo abandonado de San Adrián de Valdueza, que construyó y regentó mi amigo Domingo, vecino de Villanueva -Domingo y yo coincidimos haciendo la "mili" en Melilla, él en Regulares y yo en Ingenieros; le visitaba los domingos para degustar gratuitamente la famosa entre los soldados paella dominical de ese Regimiento-.
No me gustó, no obstante, un chalé pretencioso situado cerca de la antigua escuela que ha invadido el cauce del Oza y ha destrozado sus orillas: una intolerable agresión al curso natural de este riachuelo truchero y una apropiación indebida de un paisaje que pertenece a todos, vecinos y visitantes.
La escuela unitaria de niños en la que enseñé sirve ahora de consultorio médico. De aquel tiempo sólo me viene a la memoria algún nombre suelto de los niños a los que daba clase. Sí me acuerdo de Leni, la maestra de la escuela unitaria de niñas, recién casada, con la que mantuve una buena relación profesional. Durante la primavera de ese curso escolar (1971-72), su marido nos llevaba -a las cinco de la tarde, nada más salir de clase- a una autoescuela de Ponferrada para sacar el carné de conducir, documento que, por cierto, ella y yo conseguimos.
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