Proceso tortuoso
¡Cuánto cuesta tomar una decisión! ¡Cuánto saber lo que verdaderamente quieres! A veces, no cuesta casi nada: las cosas las tenemos super claras y tomar la decisión es cosa de niños. Otras veces, son tantas las implicaciones, las variables, las repercusiones en tantas personas que conlleva la decisión, que no sabes qué hacer ni por qué camino tirar. Entonces, el proceso se vuelve tan tortuoso, tan difícil de manejar, tan agotador, tan doloroso, que quisieras huir de él, escapar, aunque sabes que no puedes dejarlo de lado; que más tarde o más temprano deberás afrontarlo y que, además, nadie te puede ayudar; que eres tú solo el que debes resolverlo. Al final, un buen día te das cuenta de lo que realmente quieres, de lo que te hace feliz, y ese día recobras la calma, la paz, la armonía; te vuelves a sentir bien contigo mismo y con los demás; sueltas el pesado lastre que te agobiaba y vuelves a sonreír: has tomado la decisión correcta y recuperas la fuerza para enfrentarte a las dificultades venideras. En suma: no me jubilo.
1 comentario:
Enhorabuena!!! Al final has hecho lo que querías, siempre hay que hacer lo que el instinto te diga...
Publicar un comentario