Derrotas
La vida se compone sobre todo de derrotas y alguna que otra victoria. Las mieles de la victoria duran poco (son un tanto irreales y ficticias; y se disipan con tanta celeridad como los vapores etílicos de una ligera borrachera). Las derrotas en cambio son profundas e hirientes. Nos dejan maltrechos y nos minan la autoestima. Duran muchísimo más y, su recuerdo, nos produce desagradables punzadas.
Ayer perdió mi ídolo, Rafael Nadal Parera, y sentí la derrota como propia. Tanta es mi pasión por este deportista que mis hijas lo consideran como un hermano más. Ayer, a pesar de que luchó y luchó no le acompañó el juego; jugó nervioso y mal. Él lo reconoció, pues suele ser muy crítico consigo mismo, una de sus principales virtudes junto a la de la humildad y el duro trabajo cotidiano. Los deportistas son dioses con pies de barro; lo fue Induráin, otro de mis ídolos. Induráin nunca me defraudó, aunque perdiera aquel sexto tour. Tampoco me ha defraudado Nadal, aunque me han dolido sus derrotas. Espero -eso sí- que siempre conserve las virtudes que le han hecho grande: el fair play (juego limpio), la autocrítica, la humildad y el duro trabajo. Es mucho más difícil saber perder que saber ganar, aunque ambas cosas son extraordinariamente difíciles: cómo vencer sin envanecerse; cómo perder con elegancia, reconociendo el mérito del rival: toda una escuela para la vida. Nadal nos ha demostrado dominar ambas cosas. Por eso le admiro y le apoyo.
Ayer perdió mi ídolo, Rafael Nadal Parera, y sentí la derrota como propia. Tanta es mi pasión por este deportista que mis hijas lo consideran como un hermano más. Ayer, a pesar de que luchó y luchó no le acompañó el juego; jugó nervioso y mal. Él lo reconoció, pues suele ser muy crítico consigo mismo, una de sus principales virtudes junto a la de la humildad y el duro trabajo cotidiano. Los deportistas son dioses con pies de barro; lo fue Induráin, otro de mis ídolos. Induráin nunca me defraudó, aunque perdiera aquel sexto tour. Tampoco me ha defraudado Nadal, aunque me han dolido sus derrotas. Espero -eso sí- que siempre conserve las virtudes que le han hecho grande: el fair play (juego limpio), la autocrítica, la humildad y el duro trabajo. Es mucho más difícil saber perder que saber ganar, aunque ambas cosas son extraordinariamente difíciles: cómo vencer sin envanecerse; cómo perder con elegancia, reconociendo el mérito del rival: toda una escuela para la vida. Nadal nos ha demostrado dominar ambas cosas. Por eso le admiro y le apoyo.
2 comentarios:
Está bien que te apenes por las derrotas de tu hijo adoptivo...
bs
c'mon dad| we know u can (write again)
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