Viernes Santo
Mis recuerdos de la Semana Santa se centran en la adolescencia, cuando vivía en Gigosos de los Oteros. Asistía, junto a los chavales de mi edad, a los oficios que se celebraban en la iglesia de Cubillas. Eran a hora temprana de la tarde, por lo que había que comer pronto y presentarse puntuales. Allí nos esperaba don Joaquín, el cura, con unos monaguillos revestidos de unos hábitos de color rojo con el cuello blanco. Los santos de la iglesia estaban tapados con mantos de color morado. No se podía tocar las campanas por lo que, a la hora de avisar a los fieles, los chicos recorríamos el pueblo con matracas y carracas. Aun teníamos tiempo de pasarnos por el bar de Cayo o el de Bernardino para tomarnos unas paciencias (bollo redondo y muy pequeño hecho con harina, huevo, almendra y azúcar y cocido en el horno) y un güisky (una especie de jarabe dulzón de color fresa o parecido al vino blanco). Luego venía la subasta del Cristo que encabezaba la procesión, y que tenía el privilegio de procesionarlo el mejor postor. Acompañaban al sacerdote las autoridades y, al oscurecer, se iniciaba el recorrido por las calles del pueblo, entonando el Rosario de la Buena Muerte. Durante el trayecto, a veces los mozos se desmadraban, lo que provocaba el disgusto de don Joaquín, quien de vuelta a la iglesia, se lo recriminaba. Aquéllos tenían la querencia de subirse al coro, desde donde algunos entonaban estentóreamente Viernes Santo, qué dolor... lo que volvía a disgustar profundamente a don Joaquín...
1 comentario:
Este mes te toca post?
bs
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