Excesos
Temo y detesto los comportamientos excesivos. En el terreno deportivo, lo manifiestan esos hinchas más papistas que el Papa, que cuando gana su equipo o triunfa su deportista preferido no dudan en mostrar su mala educación menospreciando o insultando a los rivales, o exhibiendo pancartas de mal gusto o apropiándose partidariamente de símbolos que a todos pertenecen.
Eufemísticamente, algunos llaman a esos hinchas apasionados, devaluando un término tan hermoso, cuando, en realidad, y en el mejor de los casos, son unos mal educados de tomo y lomo. Así que el deporte, que debería ser la expresión más noble y hermosa del ser humano, concita los instintos más innobles y bajos de las personas; ¿por qué este envilecimiento? En el deporte, tal y como se entiende ahora, no vale el aforismo "el fin no justifica los medios", sino todo lo contrario: lo importante es ganar con cualquier medio (incluidos los de esos deportistas tramposos que fingen faltas o lesiones inexistentes para dar ventaja a su equipo) y a cualquier precio. Quizá algunos piensen que todo está justificado y amortizado por los astronómicos salarios que perciben los deportistas de élite (no los modestos) y el gran circo mediático (como se dice ahora) que se monta en torno a ciertos deportes de masas. Yo opino lo contrario: ninguno de esos excesos es justificable ni favorece al deporte.