jueves, diciembre 14, 2006

Opiniones respetables

    Opiniones respetables


El filósofo Fernando Savater

    Últimamente, me he hecho un forofo de las tertulias radiofónicas, especialmente de las de la cadena SER. Son tertulias, por lo general, de contenido político. A veces, la pasión de los contertulios hace que se atropellen en sus intervenciones y el oyente sufre porque ese guirigay le impide entender algo. Rara vez se deja a un contertulio intervenir de un tirón. Sí es verdad que, con las interrupciones, la tertulia gana en vivacidad, aunque, en este tipo de rifirrafes, suelen salir perjudicados los mejor educados (o quizá los más tímidos). Después de varios meses de escucharlas, ya uno -aunque torpe- se va dando cuenta de cómo respira cada tertuliano o tertuliana (me refiero a cuáles son sus afinidades políticas e ideológicas) y, antes de que intervengan, uno suele hacer previsiones sobre el sesgo que van a tomar sus respectivas intervenciones. Las hay favorables y reticentes a la política del Gobierno; aunque todas, por lo general y en mayor o menor grado, son críticas con la política del PP. Sin embargo, se adivina en los contertulios un afán de honestidad e independencia de los partidos políticos que les hace creíbles y siempre respetables. Este ciudadano les queda agradecido en la medida que contribuyen a desenmarañar una realidad demasiado compleja.
    Harina de otro costal son las opiniones. Yo desconfío, intuitivamente, de aquellos que dicen "respetar todas las opiniones". Como sostiene Fernando Savater, no todas las opiniones son respetables ni muchísimo menos. ¿Acaso es respetable una opinión racista? ¿O una que fomenta los malos tratos? ¿U otra que alaba el genocidio?... De ninguna manera. Las opiniones son para ser debatidas y debemos alcanzar la madurez de no considerar nuestras opiniones sagradas y a quienes nos las rebaten como enemigos. Como seres humanos todos estamos sujetos al error y es un hecho que todos nos equivocamos más de la cuenta. Por eso, poner nuestras opiniones a debate y aceptar las críticas que sobre las mismas puedan verterse, es un ejercicio de tolerancia saludable. Y un signo inconfundible de madurez. Lo que sí -y siempre- son respetables las personas, aun a pesar de que algunas de sus opiniones resulten inaceptables.



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