59 años
Una señora enchufa su radio
No sé lo que podrá verse en los próximos 59 años. Quizá el ritmo del progreso sea tan acelerado que las tecnologías más sofisticadas de hoy queden tan obsoletas como un televisor de blanco y negro de mi adolescencia. Los que nacimos recién iniciada la segunda mitad del siglo XX hemos tenido la suerte de conocer un enorme progreso tecnológico, y también la inmensa fortuna de poder disfrutarlo. Cuando vivía con mis padres en Piñel de Abajo (Valladolid), don Paco, el cura, montó un teleclub en un salón anejo a la iglesia. No recuerdo bien si, para que te dejara entrar, había que saberse primero el catecismo. Allí los chavales disfrutábamos de las series infantiles de Televisión Española. Aquellas series eran emocionantes, y a mí, cuando las veía, me entraba un nerviosismo -una mezcla de intriga, ansiedad, temor, no sé- desconocido hasta entonces. La retransmisión de la boda de Balduino y Fabiola fue de lo más sonado. Llegó la televisión en color siendo ya mozo. Aquello era lo nunca visto; me quedaba embelesado viendo en los escaparates de las tiendas de electrodomésticos las imágenes en color; era asombroso.
Cuando mis hijas eran adolescentes, compré un ordenador 486 con sistema operativo Windows 95, por supuesto sin conexión a Internet, todavía balbuciente, para que ellas se iniciaran en las nuevas tecnologías. En los quince años siguientes, he comprado otros dos ordenadores fijos y un portátil, ahora ya con acceso a Internet por banda ancha. Recientemente, una tele en color con pantalla plana.
Si comparara lo que pudo disfrutar en ese periodo de tiempo, en cuanto a nuevas tecnologías se refiere, una persona que tuviese 59 años cuando yo nací, la comparación resultaría especialmente odiosa. Esa hipotética persona quizá hubiera disfrutado solamente de una radio, de esas de tamaño enorme, cúbicas, suspendidas en una pared de la cocina mediante unas palomillas. Ni siquiera de transistor.
Este post - que escribo en mi ordenador portátil- se lo dedico a Miriam, mi hija, que ahora dice que me lee cuando va a tomar un café en una cafetería con "zona wifi" desde la minúscula pantalla de su teléfono móvil.