El habla de un bravo del siglo XVII
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Arturo Pérez Reverte
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Comentario sobre el discurso de entrada en la Real Academia Española de la Lengua de Arturo Pérez Reverte, titulado El habla de un bravo del siglo XVII.
El autor de El capitán Alatriste, nacido en 1.951 en Cartagena, elabora un discurso original e impactante. Trata de las andanzas de un bravo, un valentón, del siglo XVII, cuya lengua es el habla de las germanías “esa lengua marginal, paralela a la general y en continua interacción con ella, que ha evolucionado con el tiempo para conservar su utilidad hermética; y que hoy es lo que algunos llamamos golfaray: el argot de los delincuentes y de las cárceles”.
Antes de entrar en materia (nobleza obliga), Arturo Pérez Reverte glosa los méritos de su antecesor en el sillón de la letra T, don Manuel Alvar.
Arturo Pérez Reverte nos cuenta un día de la vida de un bravo, un valentón, un chulo sin escrúpulos, vividor donde los haya, desde que se levanta hasta que sale de un garito, desplumado y malhumorado, lanzando bravatas a los tahúres que le han pelado. Entre medias, este rufián amoral, se ha marchado de una tasca sin pagar lo bebido y comido y ha amenazado a una de sus tres coimas (prostitutas que trabajan para él) con “cruzarle con un tajo esa bonita cara” por no entregarle suficiente dinero. A pesar de su deplorable proceder, en el hampón se adivinan ciertos rasgos caballerescos, un cierto arrojo y valentía; un código de conducta leal a una forma de ser y de vivir.
Por otro lado, es asombrosa la riqueza de términos y expresiones que maneja el autor de La tabla de Flandes, quien se ha documentado concienzudamente, recurriendo a autores de la época como Lope o Quevedo, o a estudiosos o eruditos en esta materia. Hay términos usados en el Siglo XVI y XVII –por ejemplo, trena (cárcel)- todavía usados hoy en el argot carcelario –el golfaray, ya citado-.
Arturo Pérez Reverte, profundo conocedor de las flaquezas humanas, no en vano fue corresponsal de guerra entre 1973 y 1994, impregna su relato de cierta amargura y escepticismo. Crítico mordaz, no se anda por las ramas cuando tiene que llamar a las cosas por su nombre. Ni complaciente con el poder ni proclive a la adulación, el autor de El club Dumas, es, a su manera, un caballero andante, nostálgico de una época esplendorosa de la historia de España, deudora de unos héroes muertos de hambre, desharrapados y amorales, pero llenos de arrojo y braveza.
En cuanto al estilo, Arturo Pérez Reverte es claro y conciso: «Mi único secreto es muy simple y está al alcance de cualquiera: planteamiento, nudo, desenlace, las comas en su sitio, y sujeto, verbo y predicado». Para el lector, es una delicia leerle: su prosa es sobria, prieta y vigorosa. Sabe, como nadie, dotar a sus relatos de un ritmo acompasado que va en aumento a medida que se acerca el desenlace de los acontecimientos.